1 de julio de 2013

MUNDO INTERNACIONAL




Bangladesh. Los resortes más ocultos de la globalización mundial se hicieron visibles recientemente en Bangladesh, cuando el derrumbe de un edificio hacinado de máquinas dejó 1,127 muertos y 2,438 heridos, principalmente mujeres, nefasto costo de la exitosa industria textil de conocidas marcas europeas y norteamericanas. Los negocios de moda rápida (fast fashion) cultivan el gusto de los consumidores por vestuarios de marca a precios bajos, confeccionados en países pobres que proveen de mano de obra barata, y donde los trabajadores carecen de organizaciones que impulsen el cambio de tales condiciones. De modo que resulta “normal y competitivo” que la fuerza laboral reciba menos de 50 dólares mensuales por jornadas de 12 y 15 horas diarias. Es la sobreexplotación la nueva y bendita ley, y bienvenida la inversión extranjera. Para eso están los gobiernos, para garantizar la violencia soterrada de un sistema que arrastra en su agonía tantas vidas inocentes.

Siria. Desde marzo del 2011, el conflicto sirio se ha convertido en una guerra de poder regional entre militantes equipados y capacitados por occidente y un régimen impopular, donde ya han muerto 70,000 personas y se han visto desplazadas más de un millón. Los datos demuestran abrumadoramente cómo Estados Unidos y sus aliados, por años, han equipado a sabiendas a militantes extremistas con poca consideración por la vida civil. Los motivos para la violenta incursión aparecen arraigados en
intereses geoestratégicos. Irán firmó recientemente un acuerdo de 10 mil millones de dólares para un gasoducto con Siria e Irak —rechazado vehementemente por Estados Unidos— que traería hidrocarburos iraníes al Mediterráneo así como a Rusia, que ha intentado ampliar su influencia en el desarrollo de la energía de la región. La estrategia de Estados Unidos es la de aislar y debilitar el régimen iraní mediante la eliminación de un importante socio regional, Siria, despejando así el camino para imponer el control imperialista sobre las extensas reservas de energía que abarca desde la Cuenca del Caspio hasta el Golfo Pérsico. Este baño de sangre tiene pues un responsable y un propósito de rapiña.

México. Los ciudadanos del país viven entre la incertidumbre, el miedo, la violencia, la falta de
desarrollo y el desempleo. La violencia ligada al tráfico de drogas ha dejado en México más de 70.000 muertos en los últimos seis años, según cifras oficiales, la mayoría por ajustes entre los cárteles o en operativos militares para combatirlos. “El Estado mexicano no tiene capacidad real para prohibir estos grupos, ya que ello tendría un costo político. Las comunidades asoladas por el crimen tampoco tienen muchas opciones y la gente desesperada se organiza como puede, obviamente con el riesgo de que se cometan abusos, porque no tienen ningún control” afirmó Jorge Chabat, experto en seguridad nacional del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Por su parte, López Obrador, dos veces candidato en elecciones señaladas de fraudulentas, afirmó que “no importa quién esté en la presidencia de la República, si Calderón o Peña, al final de cuentas son lo mismo, porque no cambia la política económica neoliberal que llevó a la decadencia, a la degradación de la nación, pues está diseñada para favorecer al uno por ciento de los mexicanos, a costa del sufrimiento de la mayoría del pueblo”.


Turquia. Las fuerzas del orden capitalinas intentaron desalojar la céntrica plaza Kizilay, donde se habían concentrado unas 10,000 personas para protestar contra los planes urbanísticos del gobierno. Inicialmente la policía reprimió con gases lacrimógenos y cañones de agua a cientos de estudiantes que intentaban acercarse a la sede del Gobierno del primer ministro, Erdogan. Poco después iniciaron el desalojo de la plaza, que desencadenó una batalla campal entre manifestantes y los agentes de la policía. Hubo numerosos heridos y varios médicos confirmaron que la policía estaba disparando con balas de caucho contra los manifestantes y gases lacrimógenos contra hospitales y edificios de viviendas en el centro de la ciudad, causando el pánico entre manifestantes y habitantes. Estos hechos repercutieron en Alemania donde miles de turcos en Berlín rechazaron el autoritarismo de Erdogan y exigieron su renuncia.

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